Mi república

¡Qué daño ha hecho la publicidad de Ikea, esa que habla de «la república independiente de tu casa». Ya sé a lo que se refería pero, sorprendentemente, algunos quisieron abrazar un territorio más grande y hacerlo «su república».

Tranquilos que no voy a hablar de política aunque antes de cambiar de tema diré que esos pretendientes ni siquiera fueron a Ikea para ver con qué muebles contaban, si quedarían bien, si podían pagarlos y, sobre todo, si les gustarían a toda la familia.

Pues yo sí voy a formar mi propia república, no la de mi casa para lo cual tendría que ir allí, elegir anotando con un lapicillo tras otro, cogerlo de las estanterías, pagar, alquilar una furgoneta, cargar y descargar, interpretar con mucho mérito las instrucciones y armar con mucha paciencia y algún inevitable taco.

Como no quiero pasar por todo eso mi república será a mi medida, con privilegios, todos para mí, con libertad, para mí y los que estén dispuestos a colaborar conmigo armando los muebles siguiendo estrictamente las instrucciones aunque haya que esperar a la fe de errores que cambie alguna de ellas que impiden dar a los muebles una nueva forma, más a nuestro gusto, democrática pues podrán votarse las opciones tras debatir para redactar una constitución que deberá esperar a ser refrendada por la mayoría. La aplicaremos  de inmediato para acostumbrarnos a nuevas leyes y la haremos llegar a todos divulgándola en todos los formatos y dar cursos para entenderla en sus justos términos y evitar las interpretaciones; si éstas se produjeran se volvería a redactar el artículo en cuestión.

Nuestros jóvenes serán los primeros en conocerla y, haciendo uso de su capacidad crítica, ir montando los nuevos muebles. Haciendo uso de su capacidad visual situarlos donde sean más necesarios o, sencillamente, donde mejor luzcan. Y, haciendo uso de su capacidad creativa, imitarlos para darles nuevas formas, más artísticas y arriesgadas, para satisfacer a los nuevos e incipientes gustos.

¿Y qué será de mí?

Volveré a la república bien independiente de mi casa donde los muebles ya están estructurados y colocados por la que tiene el buen gusto, el mejor criterio y la capacidad para imponer los cambios para, nada más y nada menos, cambiar.

Allí estaré apartado aunque sin perder de vista el mobiliario urbano. Envejeceré sin echar de menos el meter mano en las raíces, sólo tocaré las de las malas hierbas del jardín.  Y eso si no agradan a la presidencia. ¡Quien manda manda! En casa.

 

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