Restaurante Bar Montellano en Gérgal

Bar de carretera a media hora de Almería. Lo encuentras antes de llegar a Gérgal, tomando la salida de la autovía A92 a Serón. Los motivos que te empujan a parar allí, si aún no lo conoces, pueden ser muchos; para volver sólo uno.

En mi caso, el club de senderismo al que estoy asociado lo tomó como punto de partida para una ruta el sábado. Allí desayunamos, bueno desayunamos y almorzamos, todo en un paquete; las tostadas son kilométricas, el tomate, el aceite y el jamón abundantes, la taza para el café es un tazón, como está mandado, todo muy generoso. Más sorpresas: servido con rapidez pasmosa, teniendo en cuenta que llegamos en avalancha, prácticamente todos a la vez.

Teníamos previsto comer un bocadillo en ruta pero, visto lo visto, el bocata lo dejamos para la cena y volvimos al punto de partida. Comimos de tapas, pero ¡vaya tapas! De calidad y cantidad. Podíamos elegir pero hubiera dado lo mismo si lo hubiésemos dejado a su criterio. Morcilla de arroz a la brasa, partida en dos mitades y sobre pan caliente. Lomo a la brasa, blando y jugoso…

Dicen que para el hambre no hay pan duro y es verdad que llegamos con hambre, mas también lo es que nos duró poco y la sensación con la que partimos de allí fue muy agradable. Si a todo esto añadimos el esmero y la presteza con la que fuimos atendidos, el motivo para volver estaba servido.

Sentíamos curiosidad por conocer el restaurante y volvimos, esta vez mi mujer y yo. Lo primero que sorprende es la decoración, basada en fotografías de gran tamaño, la mayoría en blanco y negro con temas de pastoreo; la única en color recoge las cúpulas del observatorio del Calar Alto. El comedor es amplio y luminoso, con grandes ventanales; elegimos una mesa junto a uno de ellos y examinamos la carta.

De pescado sólo dos platos, de bacalao y aguja. De carne, para todos los gustos, la mayor parte a la brasa, de cabrito,conejo, cerdo… Me llamó la atención el rabo de toro y la carrillada de cerdo, así como el «plato típico» que abarca varias comidas propias de la zona, cocinadas y heredadas durante generaciones. De entrantes varios platos destacando las ensaladas. Variedad de postres, todos caseros. El menú, 15 euros, comprende la bebida, dos platos, postre y café. Lo recomiendo porque viene a tener el mismo precio que un plato de la carta.

Pecamos de indecisos, no por cuál elegir sino por cuál dejar de probar. Nos decidimos por carne a la brasa y carne en salsa de almendras; de primero,plato típico, sopa de ajo. Excelente la carne, muy sabrosa  la salsa, peculiar la sopa por la variedad de ingredientes, entre otros pimientos rojos secos. Dudas también con el postre para terminar eligiendo el arroz con leche y los piononos, dejando para otro día, por ejemplo de la próxima semana santa, la leche frita y las torrijas.

Tras el café costaba levantarse por el peso añadido y por alejarse del calorcito del sol entrando por el ventanal. Antes de abandonar el comedor echamos un último vistazo a las fotografías que tanto nos llamaron la atención. Viendo nuestro interés el camarero nos hizo saber que la autora era su mujer, profesional de la fotografía durante veinte años, y que el pastor protagonista fue su padre; estaba orgulloso de ambos y con razón.

Nos fuimos de allí satisfechos y con nuevos argumentos para volver.

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