-Doble G, el tamaño de éstas es «doble G» – decía toda una experta en tomates al verlas llegar.
Se refería a las tapas y tuvo que explicarnos que el tamaño de los tomates va desde la M a la doble G.
A decir verdad fuimos a Rioja para comprar mandarinas, las primeras de la campaña, como venimos haciendo desde hace varios años. Y como en los otros años, con las mandarinas en el coche, buscamos mesa en el bar Juan Rueda.
Acomodados, nos dedicamos a buscar un adjetivo que hablara del tamaño, surgieron muchos pero ninguno tan original como el de «doble G».
-¡»Exagerás»! – decía otro pareciéndole más claro.
De cocina, plancha, fritura, chérigas, pescados y las clásicas : paella, migas y patata asada. Lo difícil era elegir pero tras echar un vistazo a la pizarra y verlas pasar en dirección a otras mesas ibas tomando decisiones.
Creanme si les digo que los chipirones estaban exquisitos y supusieron un buen comienzo; me hubiese bastado con el trozo de limón y me hubiesen sobrado algunas patatas. También con patatas e igual de bien fritos vinieron unos calamares con la firma de un alioli.
¿Qué me dicen de unas migas con pimientos, pescado y aceitunas? Muy bien hechas, por cierto, aunque algo frías. El chériga de palometa era larguísimo pero cada trozo decía lo mismo: ¡cómeme!.
Acababa de salir la paella y si por algo se distingue este bar, aparte de su parrilla, es por los arroces. Con carne, jibia, almejas, pulpo y gambas llegó la tapa en una pequeña paellera, con su trozo de pan y el imprescindible limón; caliente y en su punto amén de generosa, (doble G), como ya hemos dicho.
«Fritada de carne», leí en la pizarra y enseguida traduje a «fritailla»; con la esperanza de encontrarme con la tapa de cocina que antes no podía faltar por demandada; y desde la presentación a los hechos, olor y sabor, no me defraudó en absoluto. ¡Gracias cocina!
El rape estaba igual de bien frito y venía con lechuguita. En este caso nada de doble G.
«Doble G» cum laude: éste es el tamaño y la nota que obtuvo la carne en ajillo. Si la carne era de primera la salsa exigía desaparecer dejando limpio el plato con ayuda del trozo de pan y empapando las patatas que experimentaban una gran mejora. Otra vez gracias, cocina.
Terminé con una jibia a la plancha y siento decir que no supe rematar porque la jibia estaba sosa, una pena porque tenía un aspecto cojonudo y se presentó blandita.
Seguíamos mirando la pizarra y nos quedaba tanto por probar… Pero no podíamos más.
-Los tomates «doble G» llenan antes la caja, – certificó nuestra experta – y que sepáis que existe el tamaño «triple G».
Es un buen dato, como lo es saber que el bar está junto a la fábrica de productos «Pichote», sí el de las rosquillas, al lado de la carretera aunque a otro nivel. También que el servicio es rápido y ordenado. Ahora sabemos algo más sobre tomates y que todo es comparable aunque duela.
Así que para ir a Rioja tienen ustedes, al menos, dos motivos: las mandarinas y las «doble G» del bar Juan Rueda. Cualquiera de ellas justifica una visita. La una lleva a la otra.