El único vicio II (16) E

Tenía el mejor despertador posible, las de la iglesia anunciando el ángelus, no era religioso, ni siquiera iba a misa los …, pero un avemaría no hacía daño a nadie. Terminaba de rezar y desandaba el  sin detenerse hasta llegar al bar.
-Un tentempié – pedía y el tabernero le servía el chato del día. El segundo lo pedía en vaso grande. – Un penalti mejor. No utilizaba más ordinales y tampoco quería llevar la …. Paraba cuando le ponían el plato en una  a donde se trasladaba desde la barra.
-Nada de vino  como.
-¿Agua entonces?
-Eso  – se espantaba.
Tras el plato que nunca se se pedía un café para despabilarse mientras echaba la partida, era bueno jugando al … y, achispado como iba, un rato con él era siempre divertido.
Luego no quería cuentas con nadie, iba a echarse una debajo de un árbol de la plaza y volvía tras … hora para pasar largas horas en el bar.
Ya no se apuntaba a las , no era bienvenido en ellas desde que se dedicó, tomando la firmeza y la sinceridad que da el , a decir verdades como que herían a algunos de los más reputados que solían ser también los más ….
Palabras para completar el texto:
alcohol – camino – campanas – cuenta – domingos – dominó – intolerantes – media – mesa – mientras – nunca – primer – puños – siesta –  terminaba – tertulias. 
Texto completo:
Tenía el mejor despertador posible, las campanas de la iglesia anunciando el ángelus, no era religioso, ni siquiera iba a misa los domingos, pero un avemaría no hacía daño a nadie. Terminaba de rezar y desandaba el camino sin detenerse hasta llegar al bar.
-Un tentempié – pedía y el tabernero le servía el primer chato del día. El segundo lo pedía en vaso grande. – Un penalti mejor. No utilizaba más ordinales y tampoco quería llevar la cuenta. Paraba cuando le ponían el plato en una mesa a donde se trasladaba desde la barra.
-Nada de vino mientras como.
-¿Agua entonces?
-Eso nunca – se espantaba.
Tras el plato que nunca se terminaba se pedía un café para despabilarse mientras echaba la partida, era bueno jugando al dominó y, achispado como iba, un rato con él era siempre divertido.
Luego no quería cuentas con nadie, iba a echarse una siesta debajo de un árbol de la plaza y volvía tras media hora para pasar largas horas en el bar.
Ya no se apuntaba a las tertulias, no era bienvenido en ellas desde que se dedicó, tomando la firmeza y la sinceridad que da el alcohol, a decir verdades como puños que herían a algunos de los más reputados que solían ser también los más intolerantes.

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