Jo, un bar atípico y salvaje.

Jo es un bar o algo así, imposible  describirlo de forma ordenada. Para hacerse una idea hay que pensar en el caos ordenado sin límites.

Allí pueden divisarse botas, alforjas, señales de tráfico, una guitarra o la cabeza de una máquina de coser, una bañera, faros de motos, llantas, neumáticos y otros arreos. Es fácil encontrar baúles y calaveras con sus tibias cruzadas o sin ellas, colocadas en trozos de tejido con serigrafía.

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CALAVERA

Es único e irrepetible. Escondido entre palmeras de todos los tamaños, pencas y cactus, en Los Escullos, en pleno parque natural de Cabo de Gata, el bar de Jo aparece tras un camino sin asfaltar, dejando atrás el camping. La entrada no es más que dos palos verticales unidos por otro horizontal sosteniendo calaveras de animales muertos y el logotipo: la bandera pirata  con una calavera sobre dos tibias cruzadas y cubierta con un pañuelo.

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Nos recibe un aparcamiento sombreado con cañas. Vallas de madera delimitan el recinto al aire libre, abierto durante los meses de verano cuando la noche se abre paso hasta altas horas de la madrugada. Es grande y permite moverse con libertad, con la misma que se puede elegir sentarse en bancos o sillas o apoyarse en varias barras, leer carteles colgados o pegados por doquier o ignorarlos.

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Mesas y bancos de madera cubiertos por jarapas  pueden acoger a grupos numerosos. Otras mesas se distribuyen aquí y allá, redondas, rectangulares o cuadradas, a veces formadas por tableros sostenidos con bidones pintados. Sillas y taburetes de todos los materiales y alturas se arriman a ellas.

Cualquier lugar es bueno para depositar objetos de todos los tamaños y propósitos. La mezcolanza sin orden ni concierto de estos cachivaches y de la propia naturaleza salvaje y autóctona es la seña de identidad del lugar que acoge a tribus moteras, rockeras o curiosas y ávidas de ver para imitar. ¡Como si ello fuera posible!

Todo esto puede observarse de día porque de noche hay que abandonarse y dejarse acariciar por la luz tenue, la brisa marina y la música.

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Su creador es Jo Bell, un motero francés llegado a San José a lomos de una Harley, a principios de la década de los noventa, dedicándose a guiar paseos a caballo. Pasaba que tras la vuelta a los establos el turista apetecía una copa y Jo montó una barra para satisfacerlos, llegando a ser el germen de un bar o algo parecido, comentado y publicitado de boca en boca sobre todo por moteros de todo el mundo. Y para que no quepa duda de la vocación motera de Jo, éste pone un taller a disposición del que llegue con su moto necesitada de una puesta a punto.

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Diríase que el primer propósito es escuchar música, buena música de blues o rock, muchas veces en directo y protagonizada por bandas como “The Clash”, liderada por Joe Strummer quien, encantado con pasar desapercibido, prefería celebrar su cumpleaños aquí hasta su muerte en 2002; años después, en 2008, sus amigos de Almería, a iniciativa del Instituto de Estudios Almerienses, le rindieron homenaje.

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Para terminar de referirnos a su originalidad en todos los aspectos, diremos que el bar de Jo elabora su propia bebida, un mejunje llamado el “tóxico”, de fórmula secreta, con alta graduación alcohólica y servido en vaso chupito. Ya saben, por si quieren tomarlo de un trago.

He querido escribir en presente, como si el bar estuviese ahí, abierto a cualquiera que desee ir a pasar un buen rato. Podría haberlo hecho en pasado debido a su actual situación pero quiero ser optimista y pensar que las telarañas no tomarán el lugar para convertirlo en suyo.

El ayuntamiento de Níjar decide su cierre basándose en que carece de licencia de apertura e incumplir los horarios máximos. Todo ello a raíz de una denuncia presentada en forma de escrito por la actriz Neus Asensi, propietaria de una vivienda cercana que afirma “estar abierto al público de forma ilegal, con molestias y ruidos insoportables”. Resulta curioso que la actriz fue en otro tiempo clienta asidua del bar en el que disfrutaba como todos. Nadie niega sus derechos pero llama la atención su categórico cambio de parecer.

La policía local inspecciona el local y abre acta confirmando “que no aporta la documentación solicitada y se encuentra abierto a las 4’30, con la música funcionando y varias personas consumiendo”.

Un decreto firmado por la alcaldesa ordena el cierre temporal y precintado del local por carecer de licencia, infracción considerada “muy grave”.

Las redes sociales son las primeras en difundir y expresar su deseo de reabrir un bar clasificado por “The Guardian” como uno de los diez mejores bares de España en 2017.

Y ahora entran en escena los políticos manifestando su buena voluntad e invitando a rellenar una buena cantidad de papeles que serían trasladados a entidades y organismos oficiales, depositados en cajones o atendidos y archivados con o sin respuesta. Al mismo tiempo habría que resolver el conflicto con los vecinos y contar con la autoridad del parque.

Mientras, el ayuntamiento no cesa en manifestar su deseo de que todo se resuelva por el interés turístico que el indocumentado bar representa.

Nos unimos al deseo de la inmensa mayoría de voces que reclaman la reapertura de un lugar atípico, último reducto donde todavía lo único buscado es la libertad que no entiende de papeles ni de sometimiento a normas.

Aunque mucho nos tememos que si el bar no obtiene el permiso para reabrir, su cierre sea definitivo y que con el tiempo sea olvidado sin que las nuevas generaciones puedan tener un referente de otra época, de otra cultura y forma de pensar y entender la vida.

¡Por el BAR DE JO!

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