El calor de un bar

SOBRE MATERIALES DE CONSTRUCCIÓN Y OTRAS MODAS

El material más cálido empleado en la construcción es la madera. En la actualidad apenas se utiliza, sustituida por otros más baratos, más seguros, más ligeros, más higiénicos, más fáciles de mantener, más ecológicos y muchísimo más feos y fríos. Y resulta que las puertas, las ventanas o los muebles que parecen de madera son en realidad de plástico o de aluminio, una burda imitación, un fraude.

Todo lo dicho se aplica a un bar y dan ganas de llorar. ¿Dónde quedan los bares acogedores con predominio de la madera maciza, trabajada para hacerla más valiosa e incluso única? Salvo algunos mirlos blancos, los demás han sido modernizados.

¡Cuántos errores se han cometido en este sentido! Multitud de bares de estas características no han sido reformados para conservar ese calor tan atractivo, ese calor que se busca; por el contrario han sido destruidos para modernizar. ¿Quién se lo pedía? ¡Cuantos clientes, al ver la reforma, han comentado «para esto se podían haber estado quietos»!

Y no porque la reforma esté mal hecha y no haya conseguido el objetivo de modernizar sino porque se ha cargado el ambiente característico del bar. Está donde estaba, se llama como se llamaba pero ya no es el que era. Claro que hay que reformar y mantener, arreglar, recomponer, sustituir…,pero hay que respetar lo básico hasta donde se pueda y siempre se pueden conservar los materiales empleados o sustituirlos por otros del mismo corte.

La diferencia entre un bar moderno y uno clásico es el calor, entendiendo por calor «afecto y buena acogida».

¿Por qué los bares o pub irlandeses son tan atractivos?, ¿por qué llaman tanto la atención?, ¿por qué en ellos se siente uno de otra manera?. Sin duda por la profusión de madera empleada a porrillo: puertas, barra, mesas, sillas, suelo, barandas, escaleras.

Las posadas y tabernas que aparecían en los caminos de la antigüedad, recreadas en las películas y las series, estaban construidas con madera. Las escenas más extremas en cuanto a la aparición de nieve o tormentas con viento y lluvia, si terminan en una taberna con el protagonista empuñando una jarra, de madera, llena de un vino que le cae por las comisuras y chorrea por la camisa, merecen la pena porque supone el premio a una hazaña; lo mismo si la escena es de una lucha a vida o muerte contra un enemigo superior en fuerza o en número. ¿Se imaginan que la escena terminara en un bar de techos altos con columnas de piedra, mesas y sillas de hierro y una barra de piedra y mármol? Seguiríamos sintiendo frío, supondría una continuidad de la dificultad y en absoluto un premio.

Otra cosa es que no se emplee tanta madera por motivos de higiene o de seguridad. De ahí a eliminarla por completo media una distancia ostensible. Una barra entera de acero da grima, no invita a acercarse a ella y ni los gérmenes quieren cuentas.

¿Puede también el bar donde nos encontramos afectar al sabor apreciado? No me ofrece ninguna duda. No sabría lo mismo la carne de una barbacoa en el exterior que llevada al interior de la casa. Si la carne se prepara en la chimenea y puede comerse estando alrededor no será lo mismo que si se hace sin ver la chimenea.

¿Cuántas veces hemos dicho que un alimento concreto no sabe igual en casa que en el bar? Lo hemos achacado a la plancha o a las manos; si lleváramos la plancha y el cocinero a nuestra casa el resultado no sería el esperado porque falta estar en el sitio que ya forma parte del sabor que conocemos pues lo hemos memorizado.

No quiero decir con esto que el bar deba estar cerrado al exterior. Ni mucho menos. El placer es doble cuando a la calidez que se experimenta estando dentro le sumas la contemplación de un exterior nevado, con lluvia o con viento. Cuanto más grandes sean los ventanales, mejor; si llegan al suelo, mejor; si las mesas están pegadas a estos huecos que te transportan fuera, mejor.

Que no se escape el calor. En todos los sentidos. Pocos bares, para evitarlo, construyen una entrada con dos puertas, una previa a otra, la primera en contacto con el exterior. La solución más efectiva y lógica es la puerta giratoria que actúa como puente térmico y, además, aporta luz y vistas.

Se podría pensar que en Almería esto de lo que hablamos no tiene mayor importancia. Los que conocen Almería saben lo que es andar por sus calles un día de viento o esa mañana que hemos salido con la «rebequita» o la manga corta y nos ha sorprendido una temperatura inesperada, demasiado baja conviviendo con el sol. En estos casos el refugio ideal, el único que te recibe como te mereces es el bar. ¿O te vas a meter en la Delegación de Hacienda? ¡Brrr! ¡Qué frío!

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