Érase una vez (XX)

El director accedió a que volviera una semana después, a condición de que no se diera publicidad al motivo de su expulsión.

Todos los profesores lo ayudaron a ponerse al día. Montaron una especie de academia provisional por la tarde a la que, además de él, acudían otros alumnos con dudas para preparar los exámenes.

Volvió a recuperar el gusto por las clases y las largas tardes de estudio. Aunque agradecía la atención especial de sus profesores, le disgustaba al mismo tiempo. Dejó de asistir en cuanto sintió que lo controlaba todo.

Inmediatamente reanudó los entrenamientos, al principio en solitario, en la pista de atletismo, buscando recuperar el fondo físico. Y cuando volvió con el equipo de fútbol se encontró con el niño del bocadillo. ¿Por qué nadie le había advertido?, fue lo primero que pensó. Pero decidió no abrir la boca y observar en busca de respuestas.

Aquel muchacho era el mejor fichaje que el equipo podía desear. Jugaba bien y todo lo que tiraba a puerta se convertía en gol. De pronto lo vio con absoluta claridad: nadie se le acercaba a disputarle la pelota y el portero hacía la esatua en cada tiro. El míster no miraba el entrenamiento, escribía notas en su agenda, aparentemente concentrado.

Al principio fue una corazonada, después lo supo con toda certeza, supo que el míster debió hacer el fichaje para que él pudiera volver al colegio. Esperó una oportunidad corriendo en paralelo; cuando adelantó en exceso el balón, se cruzó con rapidez y se lo arrebató, lo pasó al compañero más adelantado y éste lo transformó en gol. Todos quedaron paralizados, se hizo el silencio, el míster esperó reacciones.

Y llegaron. El niño del bocadillo apretó los puños y se dirigió al vestuario visiblemente enfadado. El adversario lo adelantó para esperarlo en la misma puerta.

– Juegas mejor que ninguno de nosotros, eres más rápido y tienes mejor técnica. Pero estás acostumbrado a que te allanen el camino. Créeme, no lo necesitas.

Se quedó mirándolo desafiante. Las palabras habían hecho mella.

-Vuelve conmigo y juguemos un partido real.

Le tendió la mano. La estrechó con brevedad. Volvieron corriendo y el partidillo se reanudó.

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