La mujer en el fútbol

Cada vez más la mujer se hace presente en los estadios. En compañía del novio, del marido, con el grupo de amigos, con los niños o con la amiga. Con la camiseta del club de los amores, la bufanda o la gorra luce muy bien en la grada. Si ha ido allí por el espectáculo, lo vive como cualquiera. Si ha ido allí por acompañar, el verde no le interesa. Imaginen dos parejas, las dos chicas en el centro, los chicos en los extremos; éstos comentan las jugadas buscándose tras las espaldas de ellas que charlan animadamente o se muestran en el móvil las últimas colecciones de ropa o calzado.

-¿Has visto eso? ¡Qué paradón!

-¿Has visto esto? ¡Qué monada!

-Sí, tío. Ha salvado el gol.

-Es chulísimo. Con mi falda vaquera quedaría ideal.

De pronto una entrada por detrás provoca un revuelo en el campo y en la grada. Todo el mundo está de pie demandando justicia al árbitro, menos ellas que, impertérritas, siguen su conversación.

-Lo encontré más barato en el CI

-Lo tuve que devolver porque me quedaba grande. ¡Qué rabia!, ya no quedaba de mi talla.

Penalty. El jugador coloca la pelota en el punto fatídico. Se hace el silencio.

-Pues mi vecina se ha hecho una «lipo»; tenías que verla, se ha quedado escurrida, con la barriga pegada a la espalda.

-La mía parece el espíritu de la golosina. Está siguiendo un plan de engorde.

¡Goool! Los espectadores saltan de sus asientos y aplauden a rabiar la mar de contentos. Ellas a lo suyo, compartiendo otra afición no menos apasionante.

-Ahora se llevan a media pierna.

-Vi unos en S que me favorecen; pero esperaré a las rebajas.

Falta al borde del área. El delantero lanza con maestría y la coloca en la misma escuadra. La locura, es el segundo gol, el de la tranquilidad. Ellas a lo suyo.

-Dos días seguidos sin guardería. No sé qué hacer con los niños.

-Los míos se los queda mi suegra.

Nada consigue distraerlas porque están en un mundo paralelo, mucho más atractivo y menos decepcionante, donde cada uno toma sus propias decisiones y no está pendiente de la que pueda tomar un árbitro todopoderoso. Por eso y otras razones no piensan entrar en el, para ellas, nuevo mundo del fútbol que no quiere dejar de ser viejo.

El pitido final. Nuevos aplausos. La gente desfila camino de los vomitorios comentando el partido que, esta vez, los dejó satisfechos. Ellas se preocupan por la siguiente jornada:

-¿Vendrás al próximo?

-Depende, no todos me interesan. Pero si vienes tú no dejes de avisarme.

La mujer en el fútbol tiene mucho mérito. Pidamos al hombre que vaya a un centro comercial y disfrute. El hombre iría predispuesto a pasar un día aburrido, pesado y sin alicientes. Ella, sin embargo, sabe buscar alternativas y, sobre todo, abstraerse de lo que le rodea y centrarse en lo atractivo para ella.

Claro está que la mujer se acerca al fútbol y a otros deportes por la educación que recibe de niña, en los centros de enseñanza y en la familia. Cuando llega a conocer las reglas y estar al tanto de la actualidad deportiva puede sentir el mismo interés que el abuelo, el padre o el novio y ser una hincha incondicional y apasionada. En este punto, podría exigírsile al hombre que compartiera las pasiones de ella y que aprendiese a «sufrir» ante los percheros.

-¿Vendrás conmigo? Tengo que ver unos vestiditos para las niñas.

-Claro, necesito unas camisas para renovar las que tengo. No puedo ir al trabajo de cualquier manera.

Eso es compartir los mismos intereses y hacer aún mayor la parte que los une. El domingo, al fútbol, con la camiseta, la gorra o la bufanda, orgullosos de los colores, que también unen.

 

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