El paso del tiempo

Para un físico el tiempo es una magnitud cuya unidad básica es el segundo. El tiempo meteorológico o atmosférico es el estado de la atmósfera en un momento concreto. Nuestra sensación del paso del tiempo es para los científicos una ilusión de nuestras mentes y ellos, los científicos digo, opinan que la dirección en que se mueve el tiempo  es indiferente para el cumplimiento de las leyes de la naturaleza. Tanto Newton como Einstein, científicos venerados por todos, coinciden en dar al tiempo una identidad separada del espacio.

Si el tiempo ha servido a los científicos para estudiar y debatir, tampoco deja indiferentes al resto de mortales que han hablado de él hasta el agotamiento. De ahí todo el vocabulario surgido para referirse a él, las frases hechas, los refranes y los tópicos. Por mi parte quiero hablar de esto último y hacer memoria, siendo consciente de que me dejaré atrás, olvidadas, muchas de esas palabras y frases porque mi ejercicio será breve y, por tanto, insuficiente. Vamos, que tengo prisa, aunque sea mala consejera, y no pretendo extenderme.

El tiempo transcurre inexorable; ¿les suena la frase? Que me lo digan a mí que he intentado detenerlo en los buenos momentos y no me hizo puñetero caso y cuando quise acelerarlo se ralentizó para mi desesperación y el entrenamiento de la paciencia.

Hay buen y mal tiempo, con sol, lluvia, viento o nieve. En plural es otra cosa: los buenos tiempos son los que se recuerdan y los malos tiempos los que pretendemos olvidar.

Nos creemos que poseemos el tiempo, que lo tenemos o no lo tenemos, que podemos ahorrarlo e incluso perderlo, establecemos estrategias para ganarlo y así posponer la llegada de lo inevitable.

Muchas de nuestras promesas se basan en el tiempo, (estaré ahí dentro de diez minutos), abusando de él para ser más rápidos, (estaré ahí en un segundo) o lo alargamos para asegurar lo imposible esperando que los incrédulos olviden y los simpatizantes perdonen, (800.000 puestos de trabajo en cuatro años).

El tiempo tiene sus virtudes: nos iguala a todos,¡pero en qué momento!, aplaca los temperamentos, tarde y bien tarde, cura las heridas, las del alma, es tan necesario que hasta el mismo tiempo necesita tiempo, («dale tiempo al tiempo»).

El tiempo pisa fuerte para dejar huella y la huella del tiempo se marca en los cuerpos y los deteriora, los afea, los debilita, los humilla, les apea la arrogancia.

«Tempus fugit». Tiempo fugaz. El tiempo vuela alocado llevando en sus alas ilusiones y esperanzas para estrellarlas contra el muro de la decepción.

Hemos llegado a medir el tiempo para someternos a él. Lo dividimos en años, estaciones, meses, días, horas, minutos, segundos… Lo imprimimos en calendarios, con chicas o chicos, y lo colgamos en las paredes, intentamos atraparlo en relojes con agujas que se mueven en redondo y no sabemos si las mueve el tiempo o ellas lo hacen pasar.

El tiempo trae la luz y la oscuridad, el frío y el calor, desnuda los árboles y los hace florecer, dentro de un círculo repetitivo y vicioso.

Vamos tan lejos en su medida, somos tan obsesivos que lo contamos y lo acumulamos hasta llegar a celebrar lo que llamamos cumpleaños. Y decimos aquello de «uno más, uno menos», «que cumplas muchos más»…

Los acumulamos para alcanzar metas como la jubilación que marca la frontera entre dos tiempos: el de actividad y el de ocio, resultando que el de ocio goza de libertad mientras que el de actividad está afectado por cadenas llamadas horarios y, peor aún, por obligaciones que llamamos trabajo.

Como si se tratase del dinero y del banco, sacamos tiempo para lo que nos interesa y aseguramos no tenerlo como excusa para no enfrentarnos a la realidad o evitar, temporalmente, cumplir con nuestro deber asumido libremente, para dilatar la llegada de lo inevitable. Los pacientes creen tener saldo inagotable y que hay tiempo para todo. Los impacientes invierten rápido porque para ellos lo importante es agotarlo, no tenerlo.

Es tan valioso que se le identifica con el oro, el metal por el que todos pagan un alto precio y, si pudieran, darían todo el oro del mundo para comprar un poco de tiempo más. Nuestro tiempo está contado, la hora final está fijada, el saldo va de más a menos y no se permiten números rojos, por debajo del saldo cero no hay más que contar o descontar. «Carpe diem», aprovecha el momento y no lo malgastes.

El tiempo fue pasado, es presente y será futuro, está y ya no está, se le espera y nunca llega. El único del que se dispone es el presente, tan efímero. El pasado ya no cuenta y el futuro es inalcanzable.

El tiempo quita o da valor a las cosas, es juez inapelable, testigo insobornable, el único fiable al contar la historia.

Es primordial en el deporte donde determina el récord o la mejor vuelta para la primera posición en la parrilla de salida, lleva al podio y cierra resultados.

Al tiempo se le achacan algunos males, como la vejez o la propia muerte, pero el tiempo es sólo el vehículo al que subimos aun conociendo su fatal destino.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Entradas relacionadas

Comienza escribiendo tu búsqueda y pulsa enter para buscar. Presiona ESC para cancelar.

Volver arriba