La princesa en la torre

Culebra-bastarda1El caballero, en su montura, recorría las leguas que le separaban de su destino. Vestía armadura brillante de la que sólo prescindía del yelmo, a la sazón colgado de la silla. Sostenía, como una prolongación de su mano derecha, la lanza de torneo negra con punta reforzada de acero.

Con el sol en lo más alto creyó que aquel castillo que distinguía a lo lejos podía ser un espejismo. Al acercarse pudo observar el tamaño descomunal y la altura inexpugnable. Parecía deshabitado pero sabía que en la torre estaba prisionera la princesa de sus sueños a la que se proponía liberar.

Atardecía cuando llegó a sus puertas. El puente estaba bajado sobre el foso. A pesar de la tenue luz pudo vislumbrar la figura de la enorme culebra camuflada y enroscada desde el suelo hasta la única ventana. Con sus duras escamas ofrecía una escalera para ascender a lo más alto.

No lo dudó. Emprendió la ascensión confiado en que los ojos cerrados de la culebra fueran síntoma de un sueño profundo. Desde la ventana observaba la princesa a la que se abrazó poco después. Fueron interrumpidos por una voz que parecía salida de las paredes y rebotar contra ellas.

– ¿Cómo te atreves a interrumpir mi sueño?

Al mismo tiempo que la voz les llegó el mal aliento del gran reptil.

– ¿Qué comiste? – quiso saber el caballero.

La culebra, que dirigía la cabeza hacia ellos precedida de su lengua bífida, paró y permaneció pensativa. Parecía no recordar y eso la desconcertaba. ¿Qué había comido para necesitar una siesta tan larga?

El caballero aprovechó para descender de la torre, esta vez por las escaleras y con la princesa a su lado.

Cuando la culebra vino a recordar y salir de su ensimismamiento, la pareja estaba muy lejos camino de la corte del rey.

Pararon a descansar cuando anochecía. A punto de dormirse pudieron sentir un lamento seguido de un tufillo conocido. La culebra se daba por vencida y buscaba una nueva presa que le llevara a la próxima siesta. Le había perdido el estómago.

Princesa y caballero se fundieron en un abrazo.

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