Relaciones Humanas

amigosLas hay de todo tipo: amorosas, de pareja, amistosas, laborales, familiares, políticas, comerciales. Los que las profesan se convierten en amantes, amigos, compañeros, hermanos, primos… o una mezcla de una y otra: compañeros y sin embargo amigos.

Las hay tensas, afectuosas, interesadas, respetuosas, cordiales o, para colmo, inexistentes. Si algo tienen en común todas es que son cambiantes y difíciles. Se dice que pasamos del amor al odio en cuestión de segundos y por «quítame allá esas pajas». En cuanto a difíciles no es que lo sean, es que las hacemos.

Para justificar la dificultad decimos del otro que es un cabezota y viceversa. O que no escucha o no deja hablar. O que es un egoista y sólo piensa en él.

El caso es que por uno, por otro o por los dos, la relación se enfría, se produce un distanciamiento y, pasado un tiempo, ninguno de los dos sabría explicar por qué se ha llegado a tal extremo.

Se dice que dos no pelean si uno no quiere. Sin embargo, ¿cuál de ellos no tiene orgullo? «Yo también tengo mi corazoncito» dirán para justificarse. Frases todas ellas manidas porque estas situaciones por las que se interrumpen las relaciones se repiten como las frases. El fracaso en la relación es recurrente y las causas inexplicables pues cada parte dará su versión que será irreconciliable con la otra.

También manido es el convencimiento de que determinadas relaciones no pueden ser cordiales, como es el caso de suegra-yerno o, peor aún, suegra-nuera. Se trata de una leyenda a veces o de un prejuicio otras.

Cuando la relación no es tan simple como las de dos personas, las cosas se complican. Las peñas, las pandillas o los clubes implican a varias personas en las mismas actividades. Al principio todo irá bien hasta que se formen grupos que se alejen o distancien buscando cada uno «llevarse el gato al agua»; en resumidas cuentas, han aparecido dos líderes a cual más cabezota.

Hoy los matrimonios, la relación bipersonal por excelencia, se rompen con estrépito al disputarse ambos los hijos, la casa o cualquier otro bien. Otra frase: «es mejor un mal acuerdo que un buen pleito». Pues no, se pasean por los juzgados como por el parque, buscando beneficiarse porque así se perjudicaría la otra parte.

También hoy la relación padres-hijos ha cambiado drásticamente, pasándose del autoritarismo del padre a la pérdida absoluta de autoridad y el miedo a perder el cariño de los hijos que saben así, mediante chantaje, obtener cualquier capricho.

La relación profesor-alumno se ve afectada por el deterioro de la anterior. No sólo el alumno pretende saltarse la autoridad del docente, también algunos padres la cuestionan y, lo que es peor, lo hacen en presencia de sus hijos para quedar ante ellos como superhéroes. ¡Craso error!

La de amistad es la que tiene más posibilidad de mantenerse. Quizás porque no tiene el desgaste diario de las otras o porque el compromiso que implica no obliga tanto. Es también una relación que se mantiene por vías modernas, llámense redes sociales, además de las tradicionales. Es fácil contemplar como dos amigos utilizan el satélite para comunicarse estando uno al lado del otro; y «se parten de risa» sin darse codazos ni nada.

Hablando de la red, la relación perfecta, sin duda, es la que se mantiene por internet basada en mentiras, piadosas eso sí, mentirijillas sin importancia. Todo se adapta a la demanda del mercado: el nombre, las medidas confesables, la foto prestada o retocada con photoshop, los gustos y aficiones, la edad… Pero como todo en la vida tiene su fin, deciden encontrarse llevando algo en la mano o la cabeza. Et voilà!

Las más cómicas y previsibles son las políticas entre partidos o sus portavoces: sonríen amablemente mirándose con embeleso mientras las cámaras disparan o graban cualquier gesto del encuentro histórico si no del siglo. Cuando se retiran se adivina el diálogo que empieza por «bien, ahora en serio» y termina por «desde luego no se puede hablar contigo». Como si hiciera falta van y lo resumen ante los micrófonos ofreciendo sus versiones, distorsionadas las dos. ¿Quién puede decir la verdad, toda la verdad, en ese mundillo?

Las más serias son las comerciales, «se juegan los cuartos». Tampoco se dicen la verdad, sólo medias verdades pues en la otra media están los beneficios. Suelen repetirse hasta que uno empieza a mentir y deja de pagar.

Y termino con otra frase: «el hombre es un lobo para el hombre». Así no hay manera. No será porque no lo hemos intentado. Que si la educación, que si el respeto, que si «la libertad de uno termina donde empieza la del otro», que si la diplomacia, que si la paciencia. Todo eso está muy bien y todos recibimos esa formación. Lo malo es que lo llevamos en la sangre y ésta, bien calentita, se nos sube a la cabeza cuando alguien nos vacila, se burla, nos ofende, nos miente o nos cae antipático.

Concluyendo, nos falta la paciencia para comprender y tolerar el comportamiento de los demás como natural. Nos falta sentido del humor.

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