Reserva, como suena, tuvimos que hacer en el Bar Las Tiendas para probar su extensa oferta de pescado. Aunque ese día no fue tan extensa como cabía esperar.
«De eso no nos queda» se repitió más veces de las deseadas y llovían las excusas como si vinieran a cuento o se hubieran pedido. No había calamares, con lo ricos que nos lo habían pintado las recomendaciones; ni potas, ni…
Pero hay que reconocer que había otras muchas tapas y que no hay que ser tan caprichosos.
La jibia a la plancha parecía frita, aceitosa y sosa, además de dura.
El rape estaba para repetir, el mero a la plancha fresco, el atún en su punto.
La llegada de la paella ahorró algún «no nos queda»; estaba rica, oscura y cremosa, con pulpo, jibia y un mejillón «por barba».
El cazón en adobo no podía faltar, bien frito y con sabor fuerte.
De bacalao sólo había para uno. Para una vez que nos ponemos de acuerdo… Estaba bien frito y salado.
El lomo, la única carne que se pidió, estaba demasiado hecho, seco y sin queso como se anunciaba en pizarra.
Las bacaladillas enormes y bien fritas.
La gamba roja, una atención de la casa, no estaba fresca.
La atención recibida fue correcta, por parte de una camarera voluntariosa, con ganas de agradar y que se mostró desbordada.
El bar es pequeño aunque aprovecha muy bien la calle situando en ella un buen número de mesas.
Por su nombre sabemos situarlo en la calle de Las Tiendas, una calle comercial en su época que ahora sobrevive con pequeños comercios y otros que fueron cerrados.
Recomendamos que hagan una reserva o aprovechen un hueco al pasar. No deje de visitarlo pues el día que lo hagan no tendrán que presentarles excusas y podrán elegir y disfrutar de todo el amplio repertorio de pescado. Lo nuestro fue mala suerte, seguro.