Un sendero de la Alpujarra

fuente carmelas   Se nos presentó un día soleado y sin viento. Malos ingredientes para recorrer un sendero que subía y subía hasta alcanzar 1500 metros de altitud desde los 900.

Partimos de Cádiar y, en ascenso suave, llegamos a Narila, con su fuente de agua agria. Ni probarla, ya la conocíamos.

Y empezó nuestro particular calvario. El ascenso era continuo, sin tramitos que te permitieran recuperar el aliento. Cada vez que veías «E4, GR7» lo clavabas en la memoria con intención de no volver. Las piernas preguntaban que hasta cuándo, dolía el pecho y los pulmones buscaban aire y gritaban ¡so!. No había referencias, sólo se veía el sendero en cuesta, nunca mejor dicho, arriba.

Llegamos a Alcútar. Había mercado pero nos atrajo la fuente. Rellenamos cantimploras, nos refrescamos y a la sombra. Ni cinco minutos. Al sendero «E4, GR7» seguía sobrándole pendientes y por ellas, con un sol de justicia que la repartía sin piedad, llegamos a Bérchules. Allí hacía fresquito y el agua de la fuente de Las Carmelas era fría. Los del pueblo nos  hablaron de su calidad y la cambiamos por la de Alcútar. A la sombra de un gran castaño de indias tocamos fruta y un buen descanso. Recorrimos el pueblo, muy bonito y cuidado, atractivo para la vista. El claxon de una furgoneta anunciaba la venta de… Estaba en la calle que recorríamos; acabamos con sus existencias de napolitanas blanditas, recién hechas, algunas tortas de aceite y otras de chicharrones. Lo sentimos por los buenos vecinos.

Una bajada, ¡qué raro!, hasta el río Grande y otra gran subida hasta un llano, o «falso llano» como gusta decir a uno de Nechite, que nos llevaría hasta Mecina Bombarón. En el camino encontramos dos parejas de palos telescópicos. ¿Qué hacemos? Al no haber nadie cerca nos los llevamos. Y al llegar a Mecina, en la plaza Vieja, en el barrio alto, estaban sus dueños, una pareja de jóvenes franceses que los habían dejado adrede para nosotros porque ellos no podían llevarlos en el avión. Así que a sortearlos. Los que habíamos seguido hasta la parte baja del pueblo nos quedamos «a dos velas».

En Mecina comimos en una parada demasiado larga. El último tramo hasta volver a Cádiar nos resultó muy pesado. El calor se hizo bochorno por la ausencia de viento, ni una brisita. De nuevo pendientes hasta ver nuestro destino. Las vistas, a lo largo del recorrido, fueron espectaculares por la altura y por la época del año. Los rosales y los cilindros nos alegraron la vista y el olfato. Foto por aquí, por allí…

Para terminar un tramo cuesta abajo. Pasamos nuevamente por Narila y alcanzamos la meta: Cádiar. Nos sentamos a la sombra. Uno del pueblo que pasaba, amigo del de Nechite, nos quiso contratar para no sé que faena agrícola. Renunciamos. Después de 19 kilómetros no estábamos para nada más que una buena ducha.

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