Escrúpulos

escrúpulos     Freno moral. El que los tiene o padece se siente incapacitado para realizar acciones relacionadas en una lista proporcionada por su educación.

El que no los tiene es capaz de actuar de cualquier forma siempre que le proporcione beneficios o algún tipo de satisfacción.

De los instintos, el más primario es el de supervivencia, que incluye la propia y la de su prole. Pero no se extiende a los demás y, si fuese necesario, sería a costa de ellos. Los escrúpulos sí los incluiría y supondrían un riesgo para la vida a la vez que la protección de la misma; es cuestión de elegir: la vida de uno mismo, la de los seres queridos, la de los demás, llegando al sacrificio o al heroísmo.

En este mundo deshumanizado, a los escrúpulos también se les pone precio. Se compra el silencio para ocultar el delito, se compra la mano para ejecutar una vida o varias, se compran los votos democráticos, se compra el halago o la crítica favorable, la mentira o la verdad a medias, se compra la justicia para emplearla a medida y hasta los mismísimos sentimientos.

El cine convierte en comedia un matrimonio de conveniencia en el que ambas partes se benefician por diferentes motivos; en habilidad, técnica o estrategia consumada la capacidad de asesinar con mucha limpieza y ningún fallo, demandando al espectador que justifique al criminal protagonista e incluso que simpatice con él.

Los escrúpulos pasaron a la historia. El que los tiene es un bicho raro, un tonto, un loco. ¿Se puede ser honrado, integro, incorruptible? Se puede pero, por increíble, habría que demostrarlo. Y aún así la maledicencia buscaría su desprestigio; tan sencillo como soltar un «cuando el río suena…», «no es oro todo lo que reluce», buscar y publicar la foto apropiada mal interpretada: la nota de prensa para las disculpas no la leen tantos como los titulares en portada.

Tener escrúpulos hoy no es sencillo. La época del caballero, el inocente, el héroe o el místico pasó. Aunque, bien mirado, quedan rescoldos. Los voluntarios militan en asociaciones filantrópicas para hacer el bien: para poner sus conocimientos de medicina al servicio de quien no puede pagarlos más que con una sonrisa, todo lo que tienen; para enseñar en escuelas sin techo a niños atentos al maestro, con hambre de saber y de la otra; para llevar el agua a tierras que cultivar; para hacer llegar los alimentos a quienes padecen hambre; para salvar vidas, las del prójimo.

Que no se pierda la esperanza ni perdamos de vista a los que conservan una buena conciencia.

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