Aquí estamos con la incógnita tras unas elecciones que no han dejado nada claro el color de gobierno. La incertidumbre preside el panorama que tiende a no despejarse con facilidad ni prontitud. Todos los políticos, unos más nuevos que otros, clavan sus pies en el suelo y se preparan para ocupar sitios y sitiales y no dejarse mover de ellos salvo para ocupar otros más apetecibles. Todos se creen con méritos suficientes o ser la llave de la gobernabilidad de algunos lugares.
Son muchos gallos y muchos corrales. Muy pocos admiten que asumirán un papel secundario y si se ven obligados a hacerlo lo cambiarán, como cromo valioso, por un papel protagonista en otro corral. Consejeros, diputados, concejales, presidentes, alcaldes de alto copete, con sus plumas, trajes, bastones y demás parafernalia de la ostentación del mando y el poder. Se trata de un mercado de compraventa e intercambio, trueque de cargos y representaciones. Se renuncia a uno para obtener dos o se renuncia a dos para atrapar uno de más rango, según interese.
Estos momentos de negociación y permutas son la salsa para los políticos que aderezarán con ella los más exquisitos platos de su cocina. Con ellos presentarán ante su público una carta irrealizable porque a veces les faltará ingredientes, otras cocineros y otras comensales.
Pero no es momento de pensar en el futuro; ahora toca disfrutar, hablar, reunirse, tomar café, comer en restaurantes de estrellas, dar ruedas de prensa ante cámaras y micrófonos para hablar mal del otro por sistema y prometer el oro y el moro. Es hora de ser audaces en las declaraciones para que sean puestas de relieve en los medios y, caso de meter la pata, pedir disculpas con la coletilla «si alguien se sintió ofendido». La consigna es llenar espacios en no importa qué programas de radio o de televisión porque así no los ocupa la competencia.
Los periodistas se frotan las manos. Son días de abundancia para ellos. Nada más salir a la calle o coger un teléfono encuentran una presa que se exhibe y nada escurridiza. Han de aprovechar estos momentos pues luego los mismos que ahora se muestran locuaces se esconderán tras el sillón o estarán demasiado ocupados, siempre reunidos o viajando con dietas.
Bien estará lo que bien acabe. Si los acuerdos llevan al gobierno a los mejor preparados, a los más honrados y a los insobornables si los hubiere, se dará por bien empleado el tiempo de mercado. Mientras dure que lo disfruten. Después que juren o prometan y se pongan al tajo. Hay mucha tela que cortar para mucha mano de obra política.