De Madrid a Oporto

oportoSe han escrito miles de artículos sobre la marcha de Iker Casillas del Real Madrid. Éste va a ser uno de tantos y no pretende sino recordar sin lamentar. Nadie puede lamentarse, ni el club que tiene derecho a renovar su plantilla y cree que es el momento de hacerlo en la portería, ni Casillas, siempre bien considerado por el Madrid en todos los aspectos, incluido el económico, sobretodo el económico. Calculen si en toda su vida laboral llegarían a ganar lo que Casillas en un año o lo que Casillas en un par de meses.

Es verdad que no es cualquiera el que se marcha. Se trata del capitán que ha llegado a acumular con su club y con la selección un número de títulos mareante. Se trata del jugador que siempre ha sabido mantener la calma y trabajar en favor de la deportividad, el jugador que ha conseguido que se le recuerde también por ser buena persona, casi santo, el jugador que ha servido de imagen a su club. Se trata de uno de los mejores porteros del mundo, si no el mejor. Reconocido y respetado por todos sus colegas de profesión, por sus cualidades deportivas y humanas.

Todo eso es verdad. De ahí a formar un drama por su salida del Real Madrid hay un trecho. Casillas se va al Oporto para jugar como titular, en el Madrid no habría jugado. Casillas estaba siendo cuestionado por una parte de la afición que se enfrentaba a la otra. Había llegado a convertirse en un tema recurrente para la prensa. Se había llegado a poner en solfa al club, a su presidente y a sus entrenadores, a uno más. Ese clima no era el más adecuado para estar concentrado en lo único importante. Casillas va a ver reducida su paga que seguirá siendo alta, altísima.

Se va a un gran equipo europeo, plagado de jugadores españoles, con equipo de entrenadores español, con un entrenador de porteros español, con una afición que lo recibirá con los brazos abiertos. Se va a una ciudad preciosa, moderna y con historia, cercana a Madrid. Se va a la ciudad del vino al que dio su nombre. Se va al equipo y a la ciudad que él mismo ha elegido. Tanto el Oporto como el Madrid como el jugador han hecho esfuerzos para que fuera posible. No puede acusarse al Madrid de poner impedimentos para encontrar la solución que Casillas ha considerado más plausible.

Es duro despedirse, marcharse del club donde has jugado desde niño, no poder hablar de ello porque las lágrimas lo impiden. Muy duro, sí. Pero no es una tragedia en absoluto.

Si, como se dice, las relaciones eran insostenibles, es muy bueno para todos ponerles fin. No hay que buscar culpables ni el origen. Las diferencias se producen entre la empresa y el trabajador y no debieron nunca sacarlas de la casa buscando jueces que den la razón o la quiten. Casillas ha jugado con el tirón mediático y deportivo y el club, acertadamente o no, con el silencio.

Antes, otros igual de grandes salieron del Club para ir a otro. Y lo hicieron sin acritud ni ríos de tinta. La edad en un deportista de élite es un condicionante a tener muy en cuenta, aún tratándose de un portero. Si Casillas no fuera el ídolo que es su marcha se habría visto como algo muy normal y las condiciones económicas habrían sido muy inferiores.

Así que tras el acuerdo, todos contentos. Y Casillas debería estarlo más pues pone fin a un largo y tedioso litigio que lo perjudicaba y ponía en entredicho. Ahora a jugar como él quería y demostrar que sigue siendo el mejor, sin la presión que le atenazaba y le hacía pensar en mil cosas menos en disfrutar jugando y transmitirlo en el campo y a las gradas.

¡Hala Madrid!

 

 

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