Las Musas

eliseosLas Musas, nueve, hijas de Zeus, eran las diosas encargadas de impulsar las artes y las ciencias e inspirar a los artistas: poetas, oradores, astrónomos, dramaturgos, escultores, arquitectos…

Un día se reunieron y hablaron de la soberbia de los artistas que pensaban, y así lo expresaban sin recato ante todo el que quería oirles, que su arte era propio y único, insuperable.

Tras hablar sobre unos y otros, todos desagradecidos, decidieron dejarles a su antojo para que demostraran todo aquello de lo que presumían.

Y los artistas perdieron sus facultades que les parecían producto de la espontaneidad y del don con el que habían nacido. La pluma quedó en reposo, el papiro en blanco, la locuacidad reducida, los sentimientos se volvieron vulgares. Los científicos perdieron de vista cualquier fenómeno que investigar, los pensadores perdieron la ocurrencia…

Acudieron a Zeus que los oyó compadeciéndose de ellos al verlos tan desvalidos y aparentemente humildes. Les hizo saber que de ellos cuidaban sus hijas y ante ellas intercedería.

A partir de entonces los artistas sabían que su inspiración se debía a las Musas y a ellas la solicitaban en momentos de necesidad. Lo que las complacía por sentirse reconocidas y por haber sido testigos del cambio operado entre los artistas, ahora más modestos.

Aunque uno de ellos no recurría a ellas sino a Zeus al que dedicaba la mayor parte de sus obras, siempre ensalzándolo y favoreciéndolo. Agradaba tanto a Zeus con sus lisonjas que se ocupó de él personalmente, olvidando que invadía el terreno que él mismo había confiado a sus hijas.

Las Musas decidieron ocuparse cada una de un artista de cada una de las artes y de un científico de cada una de las ciencias, pero sólo de uno. Durante años el arte se ancló y dejó de innovarse, la monotonía se estableció como costumbre y la variedad como inexistente. Los otros artistas tuvieron que dedicarse a otros oficios pero sin ser olvidados por sus mecenas las Musas.

Para Zeus no pasó desapercibido que los humanos habían dado la espalda al arte y a los escasos artistas que habían llegado a aburrirlos. Para solucionarlo convocó a concurso a todos los artistas prometiéndoles como premio a una de sus hijas. Las Musas procuraron presentar sus favoritos previendo que pudiesen llegar a ser sus esposos.

Orfeo, haciendo sonar su lira de nueve cuerdas y con su canto suave, conmovió a todos los presentes y ganó el concurso. Eligió como esposa a Eurídice y consiguió el favor de sus hermanas pasando de ser músico y poeta a dominar las otras artes y las ciencias, sin olvidar extender su magisterio a sus discípulos.

Nadie pudo evitar la muerte de Eurídice al morderla una serpiente. Orfeo viajó al inframundo en busca de su esposa y, con su música, consiguió parar los tormentos por un momento y permitir a Eurídice salir de allí. Caronte se negó a pasarlos en su barca al mundo de los vivos. Orfeo decidió quedarse con su amada en ese mundo tras morir a manos de las Bacantes, despreciadas por él.

Sobreponiéndose al tormento lograba pararlo en beneficio de todos. Y lo hacía con nuevas canciones inspiradas por su amada Eurídice. Tan frecuentes y bellas llegaron a ser que Cerbero, su guardián, se dejó convencer por Elisios y les permitió trasladarse al paradisiaco mundo de los Campos Elíseos. Allí pudieron ser felices eternamente juntos.

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