Érase una vez (XII)

futbolistaLos fines de semana el colegio se vaciaba, los alumnos marchaban a casa. Los que quedaban, por vivir excesivamente lejos, podían disfrutar de silencio y espacio, comida abundante y tiempo para disfrutarla. Podían bajar en el autobús urbano a la ciudad, y lo hacían cuando tenían dinero para el cine o una cerveza, al principio del trimestre. Después elegían entre hacer deporte, leer o subir a la sierra a cuyas faldas se encontraba el colegio. No envidiaban a sus compañeros a los que veían volver el domingo por la tarde con caras muy tristes; al menos eso se decían.

Se acercaba el final del primer trimestre y entre otras actividades se celebraban competiciones deportivas intercentros. El primer día del mes de Diciembre el «mister», así llamaban al profesor de gimnasia, lo llamó a su despacho e intentó convencerlo para jugar al fútbol.

– Con tu constitución y tu fondo físico serías un buen lateral y ese puesto no lo tenemos cubierto. ¿Qué te parece?

– No he jugado en mi vida al fútbol.

– No es condición indispensable. Eres listo, pronto adquirirás la técnica. Ya he visto que a correr aprendiste solo.

No supo negarse. Pensó que se cansaría de su torpeza y lo dejaría en paz. Se encogió de hombros.

– Esta tarde, durante el tiempo libre, en el campo de fútbol como un clavo.

El entrenamiento empezó con ejercicios de calentamiento y carrera. Luego vino el balón. El mister dedicó cinco minutos para indicarle unos pocos ejercicios con balón. Media hora después formaba parte del equipo reserva que se enfrentaba al titular en la última parte del entrenamiento.

Procuró no entrar en juego, recibía el balón y lo despejaba de un patadón fuera de los límites del campo pero como le tocaba ir por él, incluyendo salto del muro, puso más cuidado y dirigió la pelota a los compañeros o a la meta rival.

En la segunda parte ya había decidido perfeccionar sus intervenciones procurando que resultasen eficaces y positivas para su equipo. Sus compañeros lo buscaban a él y él se ofrecía en todas las partes del campo. Al final del partidillo pensó que el mister no contaría con él pues le constaba que no había permanecido en el lateral como le había pedido.

– No eres un buen lateral – le dijo – pero serás un excelente futbolista.

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